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Pericos
The Breeders
Los Pericos
Luna Park
25.04.2003
Pocas veces vi un público tan encendido y enfervorizado como el que la noche del viernes 25 de abril asistió al show de Los Pericos, presentando su nuevo disco Desde cero en el Luna Park. Pocas veces un público tan dado vuelta también. Y joven. Me asombró presenciar el recambio generacional que lograron entre sus seguidores el Bahiano y sus compañeros de ruta. Pero bueno, asombros aparte, la molestia de una velada lluviosa y fresca no pudo torcer el ambiente festivo del estadio. El Luna estaba colmado en un 80 por ciento de su capacidad, lo cual es mucho decir para estas épocas de vacas raquíticas.

Los Pericos salieron a hacer las canciones del nuevo disco (primero para su nueva compañía discográfica, Universal Music) con la garra y la seguridad que les han proporcionado veinte años de lucha en el camino. Y el gran adversario de la noche fue el sonido. Pocas veces también tuve ocasión de escuchar un sonido tan nefasto como el de esa velada. Y mirá que iba cambiando de lugar, a la izquierda, a la derecha, por el medio, al costado del escenario. Desde cualquier punto el sonido fue atroz, una verdadera tortura, sobre todo porque sé perfectamente cómo suenan Los Pericos en vivo, entre otras cosas porque tuve el honor de trabajar junto a ellos durante un tiempo. Pero no hubo nada que hacer. Ese fue el talón de Aquiles del show. A tal punto se ponía fatal la cosa que muchas de las canciones eran prácticamente irreconocibles en el arranque.

Por lo demás, quedó clarísimo que Los Pericos se consiguieron su gran lugar en el panteón del rock vernáculo con mucho trabajo y no menos talento. Tienen una seguidilla de hits como para animar la fiesta más larga que se te ocurra y unas excelentes ideas cuando se trata de armar la puesta en escena. El nuevo logo-perico mete miedo pero también te habla de la nueva etapa que los muchachos están caminando: apretar los dientes y seguir. No olvidemos que, desahuciados inexplicablemente por EMI, Los Pericos estuvieron a punto de funcionar con un sello independiente. Pero el regreso a tiempo de su mánager Pablo Hortal puso las cosas en su lugar, como corresponde.

Buenas luces, mucha emotividad, una sección de vientos (con el magnífico Tallarita a la cabeza) soplando a destajo y la simpatía del Negro le terminaron de poner condimento a la cosa. Por lo(s) demás, Juanchi cada día toca mejor (peináte como la gente, Juanchi), lo de Gastón en el bajo es notable y los Blanco están ahí con sus teclados y percusiones, para ponerle gotas de delicadeza al asunto. El Topo (ya tenés heredero, dormí tranquilo) batió los tambores con muchísima efectividad y Willy se cargó la rítmica al hombro en casi todos los temas. Pero este comentario no sería tal si no destacáramos la presencia del Negro Horacio en el saxo. Simplemente, el verdadero espíritu Perico se refleja en él.

Fiesta, mal sonido, gran actitud y buenas nuevas canciones junto a docenas de hits. Nada mal para una noche fría y lluviosa.

Eduardo Barone
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The Breeders
La Trastienda
02.05.2003
No son tiempos de abundancia en cuanto a visitas de bandas o solistas extranjeros, más allá de las presentaciones de las "grandes estrellas" de siempre, a razón de 150 pesos la platea. Si estamos hablando de rock indie, pequeñas bandas con una difusión limitadísima, dirigidas a un público afectado en mayor o menor medida por la actual situación económica, la lista de visitas de los últimos dos años se resumiría en pocas y tristes líneas. Por eso, lo más sorprendente desde lo extra-musical que se haya visto en el agradable reducto de San Telmo este último viernes fue la cantidad de público: sin especular sobre cifras de concurrencia, se notaba para los asistentes que la capacidad estaba colmada, si no excedida. Ahí estaba el marco: en la mitad de la gente se sentía el fervor, las ganas, y en el resto la contemplación respetuosa, y en todos el conocimiento necesario del artista (queda claro que nadie paga hoy 25 billetes por curiosidad).
En lo estrictamente musical, creo que nadie puede haber salido defraudado. El proyecto que desde el 88 viene sosteniendo a tropezones la entrañable ex Pixies, Kim Deal, junto a su hermana Kelley y actualmente tres miembros de Fear, entregó todo lo que es capaz de dar sobre un escenario. Si en el recuerdo quedan la conocida y bienvenida energía pixie - la Deal era tan importante en aquella gran banda como su rechoncho líder, Frack Black -, un trabajo perfecto de las tres desprolijas guitarras - en algún tema fueron dos bajos -, la dosificación perfecta de hits (Cannonball incluido, obviamente), una impecable versión del oscuro emblema beatle que es Happiness Is A Warm Gun, y la solicitada versión de Gigantic, de Pixies, cualquiera puede referirse a esto como la receta perfecta. El público cantó, festejó, contagió al quinteto - se los notó especialmente entusiasmados - y la retribución, a mitad del show, llegó en la forma de la demoledora versión de otro tema, éste mucho más nuestro: Fuck You, de Sumo.
Junto a los tres o cuatro paquetes de cigarrillos que entre las hermanitas Deal deben haber consumido en escena y algunos diálogos cómplices y escapadas entre bambalinas con fines que ignoraremos, es innegable que la banda se sintió cómoda, y la prueba es el final abrupto del show: cuando el empleado del lugar clausuró el escenario con el telón, se notó tanto en el público como en Breeders ciertas ganas de más, no hubo tiempo para despedidas. A pesar de eso, estoy seguro que en esa hora y media, tanto músicos como público vieron llenas sus expectativas.
Mario Bozeglav
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