Pocas veces vi un público tan encendido y enfervorizado
como el que la noche del viernes 25 de abril asistió
al show de Los Pericos, presentando su
nuevo disco Desde cero en el Luna Park.
Pocas veces un público tan dado vuelta también.
Y joven. Me asombró presenciar el recambio generacional
que lograron entre sus seguidores el Bahiano y sus compañeros
de ruta. Pero bueno, asombros aparte, la molestia de una
velada lluviosa y fresca no pudo torcer el ambiente festivo
del estadio. El Luna estaba colmado en un 80 por ciento
de su capacidad, lo cual es mucho decir para estas épocas
de vacas raquíticas.
Los Pericos salieron a hacer las canciones
del nuevo disco (primero para su nueva compañía
discográfica, Universal Music) con la garra y
la seguridad que les han proporcionado veinte años
de lucha en el camino. Y el gran adversario de la noche
fue el sonido. Pocas veces también tuve ocasión
de escuchar un sonido tan nefasto como el de esa velada.
Y mirá que iba cambiando de lugar, a la izquierda,
a la derecha, por el medio, al costado del escenario.
Desde cualquier punto el sonido fue atroz, una verdadera
tortura, sobre todo porque sé perfectamente cómo
suenan Los Pericos en vivo, entre otras
cosas porque tuve el honor de trabajar junto a ellos
durante un tiempo. Pero no hubo nada que hacer. Ese
fue el talón de Aquiles del show. A tal punto
se ponía fatal la cosa que muchas de las canciones
eran prácticamente irreconocibles en el arranque.
Por lo demás, quedó clarísimo
que Los Pericos se consiguieron su
gran lugar en el panteón del rock vernáculo
con mucho trabajo y no menos talento. Tienen una seguidilla
de hits como para animar la fiesta más larga
que se te ocurra y unas excelentes ideas cuando se trata
de armar la puesta en escena. El nuevo logo-perico mete
miedo pero también te habla de la nueva etapa
que los muchachos están caminando: apretar los
dientes y seguir. No olvidemos que, desahuciados inexplicablemente
por EMI, Los Pericos estuvieron a punto
de funcionar con un sello independiente. Pero el regreso
a tiempo de su mánager Pablo Hortal puso las
cosas en su lugar, como corresponde.
Buenas luces, mucha emotividad, una sección
de vientos (con el magnífico Tallarita a la cabeza)
soplando a destajo y la simpatía del Negro le
terminaron de poner condimento a la cosa. Por lo(s)
demás, Juanchi cada día toca mejor (peináte
como la gente, Juanchi), lo de Gastón en el bajo
es notable y los Blanco están ahí con
sus teclados y percusiones, para ponerle gotas de delicadeza
al asunto. El Topo (ya tenés heredero, dormí
tranquilo) batió los tambores con muchísima
efectividad y Willy se cargó la rítmica
al hombro en casi todos los temas. Pero este comentario
no sería tal si no destacáramos la presencia
del Negro Horacio en el saxo. Simplemente, el verdadero
espíritu Perico se refleja en él.
Fiesta, mal sonido, gran actitud y buenas nuevas canciones
junto a docenas de hits. Nada mal para una noche fría
y lluviosa. |