Cine
Matrix Revoluciones. Las terceras partes, tampoco.
Una síntesis de la saga podría ser la siguiente: hubo un arranque excedido de originalismo y creatividad que nos entusiasmó demasiado a todos. Los hermanos Wachowski, directores y tambien guionistas, tomaron luego el atajo del éxito asegurado y nos dejaron calientes cumpliendo aquel viejo precepto que habla de la calidad de las partes.
por Eduardo Barone
Los hermanos Wachowski tiraron la toalla. La saga de Matrix asi lo demuestra. Estos tios con aspecto de modernos hippies judios trasnochados arrancaron con uno de los guiones de ciencia ficción más originales que se recuerden en la historia del cine fantástico (claro, si lo vamos a ver con lupa encontraremos algunos robos camuflados, pero ¿quién no roba hoy en dia?), para luego desbarrancarse perramente, hincándose de rodillas ante el poder del verde billete. Poder mucho más contundente que la mismísima Matriz, como ya hemos visto.
La primera parte de la serie nos presentaba una historia plena de matices, intrincada y absolutamente filosofal, enraizada en aspectos espirituales-existencialistas que hubieran hecho sonrojar al mismísimo Deeprak Chopra. Proponia desde un guión ágil y ameno una sarta de diálogos ingeniosos a través de personajes misteriosos, a veces complicados por demás pero absolutamente atractivos. Comenzando por Neo (un Keanu Reeves que nunca habia logrado levantar el cachete en sus anteriores trabajos) y terminando en esa verdadera octava maravilla actoral que es por supuesto Hugo Weaving (el queridísimo Agente Smith).
La segunda, Matrix Recargado, era ya un bodriazo que abdicaba de cualquier atisbo creativo para concentrarse en la acción de peleas plenas de patadas en cámara lenta y vuelos “a la Súperman”. Mucho ruido y cero nueces. El cast mismo se había desdibujado en forma alarmante, superado por personajes secundarios innecesarios y gratuitos, con actores de escasa categoría que remedaban una especie de tripulación de Star Trek de segunda. Star Wars, Aliens, el regreso (del genial James Cameron), Starship Troopers y Blade Runner son algunas de las películas donde los Wachowski abrevaron con saña y en las dos últimas partes de la saga es donde ello queda más patente. Reloaded pasó casi sin pena ni gloria, salvo por la escena de la pelea de Morpheus (Larry Fishburne excedido de Serenito) sobre el camión y alguna otra bobada dirigida a mantener babeando a los fans más recalcitrantes.
“Todo principio tiene un final”, reza el axioma de Matrix Revolutions. Bueno, menos mal que se dieron cuenta de que era tiempo de terminarla. ¿Necesitábamos tres partes de Matrix?. A título narrativo no. Pero el dinero manda.
La primera hora de la secuela final es total y absolutamente prescindible. Los dialogos parecen mal copiados de algún culebrón venezolano, sobre todo cuando Trinity (la siempre pésima actriz Carrie-Anne Moss) se pone melosa con Neo. Diálogos aburridos, frases melladas, gestos actorales poco convincentes, intrincadas situaciones que se resuelven sin que medie explicación alguna y un pretensionismo a toda prueba hacen de este final una verdadera decepción para los cinéfilos más optimistas.
La segunda hora, sin embargo, levanta. La batalla entre las máquinas y los hombres, en la ciudad oculta de Zion está muy bien realizada. Tampoco es original, seamos sinceros. De movida los robots Mecha que manejan los hombres son copia del robot dentro del cual la Teniente Ripley pelea contra la Madre Alien, pero mejorados. Y finalmente se produce la Gran pelea entre Neo y el agente Smith. Los Wachowski son reconocidos fanáticos del comic (sobre todo del manga japonés) y aquí es donde ponen todas sus influencias a relucir. Dragon Ball Z y Akira les hechan una mano en las escenas más pirotécnicas. Y eso es todo.
La síntesis de la saga,a mi humilde entender, es la siguiente: hubo un arranque excedido de originalismo y creatividad que nos entusiasmó demasiado a todos. Los directores (tambien guionistas) tomaron luego el atajo del éxito asegurado y nos dejaron calientes. Ellos se forraron de dólares (los nuestros) y a cambio nos devolvieron un entretenimiento de montaña rusa, pleno de acción pero vacío de contenido y por cierto bastante moroso. Como pasa siempre, habrá quienes hayan disfrutado del producto en todas y cada una de sus partes. Los que pertenecemos a la generación del asi llamado “cine de autor” seguiremos esperando la llegada de algún verdadero Mesias que nos salve de tanta mediocridad filmada. Uno que vuele menos y que haga más.
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