Perfiles
Robert Wyatt: gente como nosotros
Existen personajes con los cuales es imposible no apasionarse al hablar de ellos, y estos apuntes me resultaron difíciles en cuanto al modo de encararlos. Sobre todo, porque si hablamos con pasión terminamos dejando de lado la forma. Robert Wyatt hizo lo suficiente como para que nadie pueda citarlo vaga o livianamente, tanto dentro del inabarcable mundo de la música como en lo personal. Algunos lo llamarán militancia. Otros, simplemente actitud.
por Mario Bozeglav
Robert Wyatt
Para tratar de ordenar el posible caos, vamos con algunos datos -si anecdóticos o biográficos poco importa- sobre el sujeto en cuestión. Una de las particularidades de estas dos o tres cosas que siguen es que aparecen varias personas de las cuales más de uno habrá escuchado hablar:
- Soft Machine (segunda banda "formal" del entonces adolescente Wyatt) fue número soporte fijo de la gran gira estadounidense de la Jimi Hendrix Experience, en el año 1968.
- Entre los colaboradores históricos de Wyatt aparecen oscuros aunque brillantes nombres como Annie Whitehead, Evan Parker, Fred Frith, Gary Windo o Bill MacCormick, el hoy desperdiciado y pasteurizado (pero talentoso) Mike Oldfield, un trabajador de la música como Paul Weller, y productores-músicos-estrellas como Nick Mason (histórico baterista de Pink Floyd), Phil Manzanera o Brian Eno.
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En pleno conflicto de Malvinas, uno de sus fans le compuso a Wyatt una canción anti-bélica llamada Shipbuilding para que haga con ella lo que deseara: el fan era un tal Elvis Costello.
- Existen infinidad de versiones de temas populares, archi-difundidos o éxitos recreados por Wyatt en lanzamientos oficiales, EPs, compilaciones y bootlegs. Desde I´m A Believer de los Monkees hasta Biko de Peter Gabriel, pasando por Hasta siempre comandante (Carlos Puebla), Round Midnight (Thelonious Monk), Song for Che (Charlie Haden) y un especialmente delicado reconocimiento a Victor Jara con su Te recuerdo Amanda.
Y hagamos una pausa, porque todavía nada está totalmente claro.
Si alguna de las cosas anteriores no sirve como introducción, quizás sería oportuno mencionar sus marciales arreglos de la Intenacional Socialista o sus extractos del Libro Rojo de Mao para sentar su inclinación ideológica. O en algún punto convendría señalar a Robert Wyatt como uno de los iniciadores de la escuela de Canterbury (resumiendo: una amalgama de jazz, improvisación y psicodelia) de la que hoy el hombre reniega con sorna pero no deja de recordar con afecto, desmintiendo esa desmemoria en una especie de broma, con un guiño cómplice y afectuoso, casi obvio.
Soft Machine
, que supo contar ente sus filas al finísimo Mike Ratledge, a un cuasi-hippie como Daevid Allen y al desmesurado Kevin Ayers -sin seguir haciendo nombres- es el gérmen de la escena canterburiana, que sí existió y pesó durante décadas: Soft Machine fue la primera banda trascendente de esa movida, más en Estados Unidos que en su Inglaterra original (en parte gracias al tour con Hendrix), y para hablar de eso haría falta otra nota.
Existen pocas palabras para definir Rock Bottom (1974), y no porque el idioma castellano no las incluya, sino porque todo lo que se pueda decir resulta menor o directamente inútil.
Volviendo al hombre en cuestión, es necesario señalar el hecho que le marcó la vida física, anímica y artísticamente: el 1º de junio de 1973 los excesos alcohólicos de una fiesta condujeron a Wyatt desde un cuarto piso a la planta baja a través de una ventana. Las consecuencias fueron muchas; la más terrible y dolorosa fue quedar condenado a una silla de ruedas en forma permanente.
Curiosamente, ese hecho (que para muchos de nosotros hubiese sido determinante en forma absolutamente negativa) también encadenó una serie de sucesos en el otro sentido: no sólo ese mismo año se casó con su compañera (Alfreda Benge, artísta plástica y pluma de muchas de las letras de su discos solistas), sino que algunos meses después de salir de la clínica en la que se recuperó del accidente editó lo que todavía hoy se considera su obra máxima: el 26 de julio de 1974 (fecha también emotiva para Wyatt por haber sido el 21º aniversario del ataque al cuartel de Moncada, hecho disparador de la Revolución Cubana) se lanza Rock Bottom.
Existen pocas palabras para definir este trabajo y no porque el idioma castellano no las incluya, sino porque todo lo que se pueda decir resulta menor o directamente inútil. Podría hablarse de cuarenta minutos milagrosos en la historia del rock, si no fuese porque todos estamos cansados de adjetivos que terminan resultando desmesurados o directamente injustificables (léase "campañas de prensa").
En ningún momento de su producción hasta ese momento Wyatt había alcanzado semejante vuelo creativo, tal conmovedora simpleza en algunos pasajes, contrastando con otros de compleja -aunque siempre accesible- libertad. Muchos nombres de los mencionados en párrafos iniciales de esta nota aparecen en la placa, producida por su íntimo amigo Nick Mason, con momentos memorables como el solo de bajo de Hugh Hopper en Alifib -que más de un desprevenido puede llegar a confundir con una guitarra- o la demoledora belleza de Sea Song.
Más allá de la mezcla de extrañeza y "triste humor" (es esa la mejor definición) que destila el trabajo, la traviesa, surreal y movilizadora poesía de Wyatt incluye alguna dura frase autorreferencial cercana como: "You're terrific when you're drunk... I like you mostly late at night, you're quite alright" (Sos terrible cuando estás borracho... Te prefiero por la noche, ahí estás bien). Esa es la mejor y más simple forma que encontró el Wyatt-poeta para citar el gran punto de inflexión en su vida.
El barbado socialista de Bristol encaró su siguiente trabajo, Ruth Is Stranger Than Richard (1975), desde el jazz. A pesar de la inclusión de curiosas y personales canciones (Muddy Mouth) lo mejor del álbum pasa por lo instrumental, donde pesan las presencias de Eno, Windo, Allan, MacCormick y hasta algún invitado especial como John Greaves.
Hombre de tiempos largos y de habituales desapariciones de la escena, recién los primeros ochenta lo encuentran grabando una serie de simples con canciones de alto contenido político de todas partes del globo, para el sello Rough Trade, que luego serían agrupados en Nothing Can Stop Us (1983). Al año siguiente sale el EP Work In Progress, y con el íntimo y austero Old Rottenhat (1985) Wyatt le canta el largo adiós a la década.
Mudada temporariamente la pareja Wyatt-Benge a España desde 1986, recién el 91 nos traería el producto de ese retiro bajo el nombre de Dondestan. Casi la mitad de las letras del disco son de Alfreda Benge, y tampoco en esta ocasión tenemos banda: sólo Wyatt en todos los instrumentos y voz, en una suerte de continuidad con sus trabajos de los 80.
Ante un nuevo período de silencio podemos, ya a esta altura, imaginar que cuando Wyatt se calla es para volver con fuerzas renovadas. Y aunque el regreso demoró más de lo deseado, finalmente todos agradecimos el resultado: Shleep (1997), nos lo devuelve a través de un nuevo trabajo colectivo con los incondicionales de siempre (Manzanera, Eno) más la presencia del excelente bajista colombiano Chucho Merchan, Philip Catherine en guitarras y hasta Paul Weller haciendo coros, guitarras, y colaborando con un tema propio.
Este disco, puesto por muchos a la altura del legendario Rock Bottom, le dio a Wyatt el merecido reconocimiento que nunca tuvo en años, en alguna medida por ser un lanzamiento de una discográfica grande, y en esencia por ser un trabajo de notable calidad. Tanto, que nos hace darle la razón a quienes sostienen que nos encontramos con el primer rival serio del álbum del 74: el viejo Robert se tomó más de veinte años para dejar madurar semejante criatura.
Finalmente, y casi al mismo tiempo en que se gestaba este texto, y tras otros seis años de espera, aparece Cuckooland, su flamante colección de dieciseis canciones. Un disco inusualmente largo para lo acostumbrado en Wyatt, pero que paga sobradamente el paciente hecho de saborearlo: como escribió Chirs Jones en su excelente crítica para el site de la BBC, "escuchar Cuckooland es como tomar una taza de buen té con un amigo muy, muy inteligente".
Tan inteligente es, que sigue recurriendo tanto a Eno, Manzanera y Whitehead como echando mano de la brillante Karen Mantler o dándole a David Gilmour (otro viejo amigo, verdadero y extra-musical) un brillante papel a lo largo de los casi setenta y cinco minutos de Cuckooland, un disco que lo contiene todo: desde la clásica melancolía y belleza marca Wyatt (a veces faltan palabras para definir lo obvio) en Just A Bit o Forest hasta una big brass band (Old Europe), deteniéndose en simpáticos experimentos lingüístico-vocales (Foreign Accents) o sorprendiendo en una perfecta y respetuosa versión de Insensatez, de Antonio Jobim.
Y hasta aquí llegamos, estamos en tiempo presente.
En sus "ratos libres", esos largos períodos de apartente inactividad, Wyatt hizo y sigue haciendo de todo menos permanecer quieto: desde trabajar antaño junto a Chris Cutler y Lindsay Cooper en solidaridad con los mineros en huelga contra el gobierno ultraconservador de Margaret Thatcher, colaborar en scores para cine, teatro y danza, participar recientemente en festivales junto Michael Nyman y John Cale, hasta grabar con una banda italiana un disco a beneficio de un periódico comunista de ese país.
Demasiado molesto políticamente para la gran máquina industrial-musical, demasiado sensible y talentoso para ser considerado un músico como tantos, absolutamente nadie puede dejar de reconocer en Robert Wyatt la palabra que usé al principio de este texto: la misma actitud durante sus, hoy, 58 años de vida.
 
Discografía imprescindible:
Volume One (con Soft Machine. 1968, One Way)
Rock Bottom (1974, Thirsty Ear - 1998, Hannibal/Ryko)
Nothing Can Stop Us (1983, Rough Trade)
Shleep (1997, Hannibal/Ryko)
Cuckooland (2003, Hannibal/Ryko)
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