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Pascal Comelade. El minimalismo mediterráneo. |
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En este apartado, intentaré reorganizar esos discos de
Comelade que no se pueden encuadrar dentro de ninguna
etapa por tener cacterísticas muy particulares:
Topographie Anecdotique (1992) es un recopilatorio
que abarca su etapa primitivista, enfocado al mercado
francés.
Danses et Chants de Syldavie (1994) es otro
recopilatorio, pero en esta ocasión de versiones. Esto
hace que tenga un gran interés, ya que figuran curiosísimas
revisiones de extraños temas casi inencontrables de otra
manera. Entre las versiones más destacadas, que no hemos
citado con anterioridad, vale nombrar It's All Over
Now, Baby Blue (Bob Dylan), L'Ete Indien
(Joe Dassin), Ti Amo (Umberto Tozzi) e incluso
los temas centrales de las películas The Godfather
y The Third Man (de Nino Rota y Anton Karas,
respectivamente).
Un Samedi sur la Terre (1996) es la banda
sonora original de la película francesa del mismo nombre.
Comelade reutiliza algunos temas de los "discos mediterráneos"
y crea el resto (con bastante base de piano), destacando
el tema central (A Samedi sur la Terre), una
de sus grandes canciones, que, en mi opinión, no desentonaría
en ninguno de sus álbumes más valorados.
Un Tal Jazz (1997) es un disco tomado en
directo de versiones en piano de temas populares catalanes,
como el conocido Ball de l'Aliga.
Musiques pour Films, Vol.2 (1997). No, no
hay volumen uno. Yo pienso que es una broma a partir de
Music for Films, disco fruto de la colaboración
entre David Byrne y su admirado Brian Eno. En esta ocasión,
Comelade recopila temas aparecidos en diversas películas,
A Samedi sur la Terre incluida. Aparte de alguna
curiosidad (como una colaboración con Richard Pinhas,
que retoma los tiempos de Fluence), aparecen aquí piezas
monumentales, como la decadente Le Cathedrale des
Cure-Dents, la soñadora Anemic Cinema o
la efervescente Dithyrambre du Passe Montagne.
En este disco se encuentra también la que para mí es la
versión definitiva de Historia d'un Amor, interpretada
por una brass band completa, delirantemente desacompasada,
creando un efecto evocador, que justifica todo el "arte
bruto" defendido por Comelade de -nunca mejor dicho-
un golpe.
The Oblique Sessions (1997). Es el experimento
intelectual de Comelade. Junto a Jac Berrocal y Pierre
Bastien (miembros originales de la Bel Canto Orquestra)
y al baterista del grupo de rock progresivo alemán Can,
Jaki Liebezeit, Pascal graba una especie de Jam Session
con coartada arty. Sin embargo el efecto es,
cuanto menos sorprendente.
Todo empieza con las invenciones metamusicales de ese
personaje llamado Brian Eno. Al dejar el grupo Roxy Music,
y antes de convertirse en el referente de la música electrónica
y de vanguardia en los ochenta y el cotizado productor
del grupo de rock U2 en los noventa, Eno tuvo tiempo de
inventarse lo que podríamos llamar una "perversión
musical". Se trata de The Oblique Strategies,
una colección de cartas, seleccionadas al azar durante
la grabación con el fin de modificar el entorno musical
con un factor de aleatoriedad. Según www.rtqe.net/ObliqueStrategies/,
su página web oficial, algunas de estas cartas pueden
ser del tipo "Cambiense todos los instrumentos",
"Suena extravagante" o "Apagá de golpe
el equipo y andá a casa". Posiblemente, Comelade
ve en este juego otra manera divertida de entender su
admiración por la imperfección, lo bruto, lo irregular
y, en definitiva, lo azaroso. Pero lo que más sorprende
de The Oblique Sessions no es
el juego de Eno, sino que, a pesar de éste, esto suene
sobrecogedor. Pienso que sólo el entrenamiento conjunto
durante años en la Bel Canto Orquestra
justifica la perfecta cohesión en un ejercicio de improvisación
muy bien entendida. Desde la apertura de To the Last
of Imaginery Solutions, un tema que mezcla piano
de juguete, elementos electrónicos, percusión punk y una
preciosa plastic guitar, hasta las magníficas
versiones de Morricone (A Mexican Spaghetti Strangler)
y Neil Young (Prime of Life). A mi juicio, The
Oblique Sessions abre con éxito el hueco
que siempre había estado entornado, por miedo, en la música
comeladiana desde los fallidos intentos de sus comienzos:
la experimentación.
L'Argot du Bruit (1998) ha sido el disco
más publicitado en la carrera musical de Comelade. Gran
parte de la culpa la tiene la participación en un par
de temas (el mejor, Love Too Soon) de la rock
star alternativa PJ Harvey, fan confesa de Comelade.
El álbum cuenta, además, con la colaboración vocal de
Jean Hervé Peron, cantante del grupo Faust, y la instrumental
de diversos habituales en las grabaciones. El disco, que
abunda en relecturas de temas ya conocidos, parece un
intento por acercarse a la emergente cultura musical independiente,
gracias a la mayor potenciación del factor vocal. Sin
embargo, la música de Comelade tiene una naturaleza instrumental
que hace que estos acercamientos pop sean algo irregulares.
Aún así, el disco incluye un grandísimo tema nuevo, L'Argot
du Bruit y otras bellas canciones instrumentales
como Domisiladore o Le Soir du Grand Soir.
Swing Slang Song (1999) es un EP a modo
de apéndice de L'Argot du Bruit,
que sirvió para el lanzamiento como single de
Love Too Soon. Aparte de éste, existe en el disco
algún tema sorprendente en la línea minimalista del anterior,
como The Letter.
Live in Lisbon and Barcelona Ninetynine
(1999) es una grabación del directo con el que Pascal
Comelade promocionó L'Argot du Bruit
en Europa junto a una Bel Canto Orquestra
de Barcelona ligeramente modificada. A pesar del auténtico
pánico con el que el rosellonés afronta los directos,
he de confesar que este me parece el disco más redondo
de todos los que he podido escuchar de Comelade. Muy bien
arropado por los músicos de la Bel Canto,
el concierto no sólo reinterpreta, en un tono ligeramente
jazzy, los mejores temas de L'Argot
du Bruit, sino que arranca melodías de todas
las épocas de la música comeladiana, generando una visión
de conjunto sorprendentemente coherente. La absoluta totalidad
de los temas son indispensables (incluso la presentación
de la banda a cargo de Jakob Draminsky), aunque llega
a momentos escalofriantes en las nuevas interpretaciones
de The Lollobrigida Foxtrot y Honky Tonk
Woman o en la versión de L'Home Dibuixat,
de Jaume Sisa.
September Song (2000) se trata de otro EP,
publicado con el fin de dar a luz la ansiada colaboración
con su amigo y admirado Robert Wyatt y completado con
una serie de temas de aire más o menos italiano. La canción
titular sufre del mismo problema que las cantadas en L'Argot
du Bruit y no me acaba de convencer, siendo,
desde mi punto de vista, la joya de este disco la versión
del clásico italiano Come Prima, a medio camino
entre la complacencia nostálgica y el gamberrismo avantgarde
mediante el uso de carillones (con hasta un cierto parecido
formal con Aldo Clementi).
Oblique Sessions II (2000) es la segunda
parte del enorme The Oblique Sessions,
aunque aquí en vez de en compañía de sus compañeros de
la Bel Canto de Montpellier se reúna,
bajo la misma excusa, con su viejo amigo, el enfant
terrible parisino, Richard Pinhas. Aunque no he oído
el disco en su totalidad, algunos temas indican que, desgraciadamente,
está más cerca de Fluence y de los trabajos de Pinhas
en solitario que del universo comeladiano. ¿Por qué el
talento de Comelade es eclipsado ante la figura del incendiario
Pinhas? Tal vez, cuando el entendimiento entre estos músicos
sea del cincuenta por ciento, estemos hablando de una
nueva etapa en la música comeladiana.
Aparte de estos álbumes, Comelade ha publicado canciones exclusivas en diversos recopilatorios, especialmente versiones. La mayoría de las anteriores a 1994 está incluida dentro de Danses et Chant de Syldavie, mientras que a partir de ahí cabe destacar su visión deconstructivista del estándar árabe Mustapha y la reconstrucción de The Robots, original del grupo pionero del tecno-pop, Kraftwerk. También existen otros discos procedentes de bandas sonoras para el cine, tanto en largometrajes (André le Magnifique, La Isla del Holandés, Craven vs. Craven, No Sex Last Night, Fett Weg!…) como en cortos (Mon Meilleur Amour, Mabrouk Again, Siestes, Le Poteau Rose…), o para el teatro (Zumzum-Ka…), junto con discos que desconozco por completo y que supongo recopilatorios (Pop-songs del Rosselló, Musique de Genres…) y antiguos EPs con temas luego recuperados en sus discos grandes (Rock del Veneno,Tango del Rosselló…). |
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Si bien se han analizado durante los apartados anteriores
las líneas generales de influencias comeladianas, me gustaría
realizar un breve resumen acerca de los nombres propios
que encontramos ligados, de alguna forma, a su obra.
Nino Rota. El autor de la música de las películas
de Fellini es el referente clásico más importante en la
música de Pascal Comelade. A pesar de su interesante labor
dentro de la música de cámara, fue en su renovadora visión
de la música mediterránea, expuesta en multitud de largometrajes
como Amarcord, Fellini 8 ½ o The
Godfather, donde el milanés consiguió marcar a otros
músicos, como Comelade. Éste le ha versionado explícitamente
en muchas ocasiones e implícitamente en casi todos sus
álbumes.
Erik Satie. Podría citar a algunos grandes compositores
minimalistas en relación con Comelade (Glass, Mertens,
Reich, Nyman…) pero pienso que el minimalismo comeladiano,
patente en piezas como A Glass of Gaz y todo
el Haïkus de Pianos, tiene más
que ver con una asimilación absolutamente subjetiva del
contrapunto impresionista de Satie. Comelade comparte,
en mi opinión, con el francés una extremada sensibilidad
y un cierto don para transmitir la melancolía más desesperada.
Además, la fijación común en títulos surrealistas de un
cierto tono humorístico (a las 3 Morceaux en Forme
de Poire de Satie, Comelade responde, en toda una
confesión, con Morceau en Forme de Pinces) y
sus equiparables espíritu rebeldes terminan de relacionarlos
de manera definitiva.
Kurt Weill. Aparte de redefinir el teatro musical
junto al dramaturgo Bertolt Brecht en dos obras fundamentales
(The Threepenny Opera y Mahagonny),
el músico Kurt Weill fue todo un catalizador mediático
de esa decadente música de entreguerras que por entonces
se popularizaba en Europa en tabernas y cabarets. De esa
manera, es gracias a los primeros trabajos de Weill que
algunos músicos, como Comelade, se hayan podido acercar
a las sonoridades crepusculares de temas inmortales como
Zuhalter Ballade o Moritat Von Mackie Messer,
esta última versionada con mucho acierto en El
Cabaret Galactic.
Tom Waits. Existe en los últimos tiempos un rumor
un tanto peregrino que sugiere la probabilidad de que
Beethoven y Goya fueran hermanos. Su aspecto físico, su
carácter, su sordera y, por supuesto, su genialidad, eran,
en cierto punto, bastante similares. De ser así, yo no
dudaría en sugerir, de no tener absoluta certeza de que
el solista californiano no tiene vínculos familiares en
el Pirineo, un parentesco equivalente entre nuestro Pascal
Comelade y el gran Tom Waits. Aparte de un más que notable
parecido físico y de una similar actitud ácrata ante la
vida, Comelade y Waits comparten un mismo abanico de referencias
e influencias. Sin contar el vínculo común que para ambos
significa la figura de Kurt Weill, inevitable en artistas
que cultivan la música teatral y de cabaret, ambos son
unos enamorados de las "músicas pobres", del
tango, de la rumba y de los valses, así como de la música
europea de entreguerras, los compases olvidados y del
rock'n roll. Es extremadamente curioso que los dos hayan
llegado a una misma conclusión musical a favor de la irregularidad
y del "arte bruto", tras unos inicios no demasiado
relacionados con el mismo. Incluso se podría ejercer un
cierto paralelismo discográfico entre los dos artistas.
Swordfishtrombones, el disco
en el que marcaría la ruptura (también vocal) de Waits
con su pasado más relacionado con el blues y la chanson
(y de paso con su discográfica, que no entendía por qué
el hombre utilizaba como instrumento una silla arrastrada
por el suelo) tiene su equivalente en El Primitivismo
comeladiano. Del mismo modo, canciones del repertorio
de Waits, como Temptation, On the The Other
Side of the World o Telephone Call from Istambul
podrían convivir junto a clásicos comeladianos como Bob
Atchum was a Mix-Chum, el Bolero callejero
o la Chanson de Charme pour Faux-Nez.
Goran Bregovic. Vemos que muchos de estos nombres
propios son utilizados como influencia en Comelade, mientras
que otros son los que se basan en su música. No obstante,
con Goran Bregovic, conocido por sus colaboraciones con
el cineasta Emir Kusturica, la relación es bidireccional
y la admiración, mutua. Considerado por Comelade como
el mejor compositor de bandas sonoras en vida y como el
sucesor natural de Nino Rota, Bregovic se asombra constantemente
de la falta de predicamento que tiene la música comeladiana
en España. Tanto Bregovic como Comelade gozan de esa "esquizofrenia"
que les hace capaz de unir cualquier influencia de manera
coherente. Bregovic, antiguamente un famoso músico punk
en su país, no duda, en la línea de Comelade, en utilizar
elementos electrónicos o directamente extraídos del pop
y del rock'n roll, en yuxtaposición con el folclore balcánico,
la música mediterránea o los scores cinematográficos.
De esa manera, su música goza de una maleabilidad mestiza
muy propia de la trilogía mediterránea. Es apasionante
oír los ecos de Comelade en conocidas piezas de Bregovic
como Underground Tango o Talijanska,
y viceversa en temas como Clair de Lune a Pampelune
o la alocada versión en directo del Smoke on the Water
de Deep Purple.
Yann Tiersen. El violinista y pianista bretón
que saltó a la fama mainstream gracias al score
de la película Amélie, nunca
ha ocultado su pasión por el "maestro" Pascal
Comelade. Ya desde sus primeras (e indispensables) grabaciones,
encontramos elementos propios del universo comeladiano,
como acordeones, pianos de juguete o marimbas, que se
repiten aún en sus últimos trabajos. Aparte de la instrumentación,
el estilo compositivo de Tiersen (también con referencias
al pop y al rock) recuerda, en todos los aspectos, al
de Comelade de álbumes como Haïkus de Pianos
o A Samedi sur la Terre, demostrando
que la práctica totalidad de discos como Le
Phare o Rue des Cascades
les deben poco menos que la vida.
En mi opinión, Yann Tiersen es más que un alumno aventajado
de Comelade. Si bien puede carecer de ese punto de rotunda
genialidad del Comelade inspirado, he de reconocer que
lo suple con un virtuosismo interpretativo apabullante
y con un sentido común a la hora de plantear los discos
(totalmente cuidados y redondos) del cual Comelade (anárquica
improvisación) carece.
Mastretta. El incipiente músico español Nacho
Mastretta desarrolla desde su banda una suerte de música
instrumental que, en ocasiones, le debe mucho a Pascal
Comelade. A diferencia de Comelade o de Tiersen, Mastretta
es saxofonista, por lo que sus trabajos tienen un componente
más jazzy que las de los anteriores. Además,
no duda en tomar elementos de géneros menospreciados por
Comelade en repetidas ocasiones, como la música lounge
o el easy-listening. No obstante, se aprecia
en Mastetta una evolución hacia un sonido más primitivista,
especialmente en los conciertos, muy influenciado por
los mismos elementos folclóricos que usara el mejor Comelade.
Muy prolífico en la realización de scores y bandas
sonoras, es en la de la película mexicana El Sueño
del Caimán, donde más patente queda su filiación
comeladiana.
The Pascals. De todos estos nombres, el que resulta,
seguro, más sorprendente (a la par que evidente) es la
de esta troupe nipona de fans de Comelade que
se dedican a ampliar el estilo de su ídolo con versiones
del mismo e interpretaciones de temas propios à la
Comelade. Lo más paradójico del asunto es que, a
pesar de la buena acogida de sus dos álbumes por la gran
mayoría de la crítica, Comelade, en su línea habitual,
reniega tajantemente de sus admiradores japoneses ("Son
una mala copia de la Penguin Café Orchestra"). En
mi opinión, la aparición de The Pascals (sean como sean)
pone la guinda a este espectáculo surreal y galáctico
que es el universo comeladiano. |
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